¡Hola cielo!,
Hoy quiero reflexionar sobre esas palabras que tanto uso se hace de
ellas en un mundo plagado de relaciones materiales, poco humanas y
basadas en el poder: "ganar y perder". Pero sin embargo
quiero darle otro significado, uno más espiritual, más cercano a la
pureza de tu infancia.
¿Te acuerdas cuando hemos jugado al cara o cruz para empezar una partida a las damas?, ¿o cuando tiramos los dados y veíamos quién obtenía el número más alto para comenzar a jugar al parchís?. ¡Curioso!, siempre empieza la partida quién saca la cara de la moneda elegida o quien obtiene el número más alto en el tiro del dado. Ganar o perder en los juegos podemos trasladarlo a nuestra experiencia en la vida. Y ahí es donde voy a centrarme para hablarte hijo mío.
Quiero partir de una pregunta simple: ¿cómo caras diferentes de una
misma moneda pueden llevarnos a ganar o perder en la vida?. No es una
pregunta sencilla de responder, aunque resulte fácil de
realizar. Papá, al cabo del tiempo y experiencia vividos, ha llegado
a la conclusión que ambos, ganar o perder, solo se diferencian por una
cuestión de matices y de ellos se puede aprender mucho.
Solo que le otorgamos un poder mayor al hecho de ganar y
minusvaloramos el de perder. Pero créeme, saber perder esconde un
prodigioso secreto, un gran poder que espero que descubras poco a
poco.
¡Cuantas veces se escucha a gente de reconocido prestigio
competitivo decir: "a mi no me gusta perder ni a las canicas o a las
chapas"!. Y así es que esa imagen social del "poder de la victoria"
se traslada al imaginario colectivo… Recuerda cuando jugábamos los
dos a las canicas, y no querías perder nunca, y muchas veces, hay que
reconocerlo, ¡hacías hasta trampa! :).. y sabrás no ha
mucho tardar que yo lo consentía aún a sabiendas que la hacías. Pero
quiero ahora compartir algo muy importante: la trampa infantil puede
llegar a convertirse en una trampa adulta cuando
crecemos y no maduramos adecuadamente, y ese tipo de trampas son
mucho más peligrosas, porque suponen la actitud del no saber perder. Y
sobre ello quiero reflexionar pensando en tí.
No hay posibilidad de disfrutar una victoria en la vida: aprobar o
sacar buenas notas en los exámenes, ganar un partido de fútbol, tener un
cumpleaños feliz, ir a una excursión y pasárselo
bomba… si no se ha sabido perder.
¿Cómo puedes apreciar lo que significa superar una materia en los
estudios si no has encontrado alguna
dificultad para superarla?, ¿cómo estimas el significado de ganar un
partido de fútbol cuando no has reconocido nunca lo que significa
perderlo?, ¿cómo valoras la alegría en la celebración de un
cumpleaños o ir a una excursión si no se han tenido días menos
alegres y divertidos?. El reconocimiento de lo que se valora se basa en
la actitud que se muestre ante lo que se desprecia.
En la vida, la mayor parte de las satisfacciones las aprendemos por contraste. La luz de la luna la apreciamos en la oscuridad, el
amanecer del sol muestra su
belleza en contraste con la escasez lumínica, la amistad la estimamos
en los momentos que no disponemos de una mano
tendida, y así es la vida hijo mío. Si aprendemos a convivir con los
contrastes de las ganancias y las pérdidas, podemos adaptarnos a
relaciones satisfactorias, resolver problemas, aceptar
fracasos, tolerar frustraciones y volver a comenzar para reconstruir
nuevas experiencias.
Nada de lo que nos ocurre es vacuo, nada es innecesario; todo tiene
su sentido. Le podemos dar valor a las derrotas, y así aprender que no
se necesitan las trampas para ser mejor persona. No
somos más por vencer, ni somos menos por perder: en los juegos, en
las relaciones, en la escuela, en el trabajo… Al contrario, somos más y
mejor persona cuando aprendemos a sacar conclusiones de
lo perdido o ganado, sobre todo si lo hacemos desde principios y
valores de honestidad. No me refiero a rendirse ante la derrota, ni
mucho menos, sino sacar conclusiones para crecer como ser
humano ante las mismas.
Papá ha perdido muchas veces y ha ganado otras tantas. Podría
parecer fácil decir que el no estar contigo, el no compartir ahora tu
desarrollo en tu última etapa de la infancia e inicio de la
pubertad, es una gran derrota. Pero no lo es cariño, por muy injusto
e imperativo que haya sido padecerlo. Tiene un sentido.
Sin duda que siento momentos de gran vacio sin tí, sobre todo porque
a pesar de quién le pese, sé que me necesitas. Pero también tengo
momentos de plenitud. Al igual que sé que tú los tendrás.
Pero no es que lo sepa por lo que dicen "informantes profesionales" o
"intereses espurios", no. Se que el apartarte de mí significa una
cierta liberación para tí: el que no seas víctima de un
conflicto de adultos donde tú eres inocente (de ello nos enseñó
mucho la historia del Rey Salomón). Y el
que nos aparten es una oportunidad también para tu papá: la de
construir un nuevo camino de encuentro pleno de libertad de opciones sin
que nadie tome las
decisiones por tí. En ese momento papá te puede decir: ¡valió la
pena perder, para volverte a encontrar a mi lado!. Nada de lo ocurrido en este
tránsito por el desierto de nuestra separación fue en balde, no lo olvides nunca llegado el momento.
Ganar y perder, las dos caras de una misma moneda, siempre ancladas a
ella, siempre perennes en nuestra vida. Solo tenemos que saber
comprender que con el tiempo, la estadística nos dice que la
mitad de las veces perdemos, y la otra mitad ganamos. Pero lo más
importante entonces es: ¿qué hemos aprendido de cada una de las
ocasiones en las que ganamos o perdimos?. Espero que tú, mi amor,
aprendas el más relevante de los principios: el de construir la
propia autoestima y el de amar a los demás, sin trampa, con la fuerza
del corazón.
Un besito. Papá.
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