Por ello quiero exigir a la Sociedad un avance en nuestra responsabilidad de ser mejores seres humanos. Concretamente en el caso que nos ocupa, quiero cultivar la esperanza de que se analice cada caso en este tipo de Denuncias de forma particular, buscando y haciendo el máximo esfuerzo en encontrar las pruebas que sirvan para objetivar la consumación o no de este tipo de delitos.
Y ello para que nunca se tomen como verdad criterios ideológicos o mediáticos que acusan y destrozan vidas de personas inocentes, al menos hasta que no se demuestre su culpabilidad, o su cualidad de víctima. Y me refiero como bien entenderéis tanto a las “víctimas” que han sido realmente agredidas con la violencia física, psicológica o sexual, como a las que lo han sido por ser denunciadas falsamente. Ambas son Víctimas.
Ambos extremos de la victimización (personas agredidas y personas acusadas falsamente) conforman los dos lados de la Violencia por agresión o falsedad, y culminan en un principio moral que debería aplicarse social, política y judicialmente: “ser justos independientemente del sexo de las personas, apartarse de cualquier consideración que prejuzgue a alguien de acuerdo a criterios ideológicos (sean de género o de carácter político), y sobre todo tener presente que la Justicia debería ser ciega a todas las circunstancias que no implicasen los hechos denunciados o que faltasen el respeto a la presunción de inocencia”.
En este sentido he procurado recoger noticias que evidencian las Falsas Acusaciones de Agresión Física, Psicológica y específicamente Sexual desde el año 2015 hasta la actualidad. Ni mucho menos se trata de una investigación exhaustiva, pero si puede servir de ejemplo para que nos demos cuenta que SÍ, las DENUNCIAS FALSAS EXISTEN, y no dependen del sexo de las personas, pues la maldad -y la bondad- se encuentran en la esencia del ser humano y no en características diferenciales como la raza, el sexo o la religión.
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