Esta
señora conocida y arropada mediáticamente por el Femenismo fue quién
hace un año
aproximádamente sustrajo a sus hijos de su domicilio familiar y los
alejó de su padre; un acto ruín, el peor maltrato a la infancia, y que
ahora ha acabado con una sentencia condenatoria.
Leer
la Sentencia del Juez Manuel Piñar es hacer un ejercicio de respeto
hacia alguien que ha
realizado bien su trabajo y lo ha hecho con la ley en la mano y sin
miedo. Sin miedo a la persecución que con total seguridad realizará el
Feminismo usando todos los poderes políticos y de
presión que tienen a su alcance, incluyendo el propio Gobierno del
Estado.
Ver la sentencia: https://issuu.com/juanaviudez/docs/sentenciajuanarivas
Según
el Juez que dicta la sentencia la sra. Juana Rivas: "explotó la teoría
del maltrato como
estrategia ventajista para apropiarse de los hijos y alejarlos del
padre, contando con una campaña mediática y de organismos públicos
'orquestada' a su favor con la "mal calculada creencia" de
que así obtendría ventajas a su favor.
La
condenada Juana Rivas fue apoyada por servicios sociales y psicólogas
de género para
desobedecer los autos judiciales que la obligaron a devolver los
hijos al domicilio familiar, cosa que no hizo. Los medios de
comunicación alzaron a los altares a una secuestradora prepotente y
el feminismo la puso de heroína. Los políticos la llevaron al
congreso a dar discursos de "madre coraje", y ahora, tras ser condenada y
muy probablemente cuando pierda los recursos, pedirán su
indulto.
Si hubiera sido un hombre quien hubiera secuestrado a sus hijos y burlado de la JUSTICIA como
lo hizo Juana Rivas, estarían denigrándolo desde el principio. Sin embargo
a esta secuestradora se le han organizado conciertos, campañas de
crowfounding,
subvenciones públicas, facilitado recursos legales de instituciones
públicas, apoyo social y manifestaciones. Todo a favor de una
DELINCUENTE y un acto de secuestro deleznable.
Pero la realidad y la verdad ha sido otra, y ha venido de la Justicia aplicando las Leyes que
ha aprobado el parlamento, ese que ahora critica la sentencia:
"El
magistrado impone 5 años de cárcel por sustracción de menores y también
ha condenado a la
madre de Maracena a ser privada de ejercer la patria potestad sobre
los niños, de doce y cuatro años, durante un periodo de seis años.
Además, deberá indemnizar a Francesco Arcuri en 30.000
euros, y pagará las costas, incluidas las de la acusación".
La
sentencia es el resultado de una gran verdad razonada con fundamentos
jurídicos por un juez
íntegro y valiente a quien el perverso negocio de género intentará
destruir en favor de la inquisición, la locura y la demencia de género.
Por que todo lo que el Juez ha escrito en su sentencia
es real y justo punto por punto:
"Con
ese excesivo celo ideológico de proteger a la mujer, está llevando a
quitar la dignidad a
determinados varones que son denunciados y sometidos a tediosos y
rigurosos procedimientos, que con frecuencia comprenden detención y
escarnio público, lo que no hace sino alimentar la violencia,
dar un paso atrás en la igualdad ante la ley y en última instancia
en el Estado de Derecho".
"No es de extrañar que haya personas que traten de aprovecharse de las medidas tuitivas que la
legislación pone a disposición de las víctimas de violencia doméstica orquestando para ello falsas denuncias...".
"Lo que si es rechazable es el posicionamiento ideológico al que se ha apuntado la Fiscalía
General del Estado que está impidiendo la adecuada persecución de algunas falsas denuncias por falsas maltratadas"
Cuando
Juana Rivas siguió malos consejos y decidió que era buena idea no
devolver a sus hijos
a su padre y a su domicilio familiar, cometió un primer error.
Cuando dos meses después de llegar a España presentó una denuncia en una
jurisdicción incompetente, a
la espera de que se remitiese a Italia, para crear una causa que
justificase su decisión, cometió un segundo error. Cuando, tras obtener
la custodia de los hijos por el tribunal competente, el
padre inició un procedimiento internacional de devolución, que
provocó una decisión de un tribunal español, ratificado por una
Audiencia Provincial española, sobre la base de un informe
psicosocial realizado por peritos españoles, y Juana Rivas decidió
no cumplir con la decisión, cometió un tercer error. Cuando
reiteradamente desobedeció las órdenes de diferentes tribunales que
le daban, una y otra vez, plazo para cumplir, cometió un cuarto, un
quinto, un sexto error. Cuando dio el paso de ocultarse con sus hijos,
casi durante un mes, cometió un séptimo
error.
Todos
esos errores pudieron deberse a empecinamiento o a malos consejos
recibidos. Pero lo más
grave es que España se llenó de feministas con el propósito de
trasladarle a Juana Rivas la idea de que su causa era la de todos. Esos
feministas no eran unos cualesquiera: un presidente del
Gobierno, una presidenta de una Comunidad, ministros, diputados,
presidentes de partidos, alcaldes, famosos opinadores. Todos ellos
decían ser Juana, solidarizarse con Juana y comprender a
Juana.
Por
supuesto, ninguno de ellos sabía, ni sabe, quién es Juana en realidad o
qué le pasó. Ni
quién es Francesco Arcuri, o quiénes son esos dos niños que primero
fueron arrancados del contacto con su padre y más tarde se van a ver
privados de su madre.
Qué
van a saber. Pontifican, pero sobre ideales abstractos construidos
usando a Juana, a sus
hijos y al monstruoso torturador del que había que salvarlos como
arquetipos adecuados para la causa. Todo es bueno para el convento: si
Juana logra lo que quiere, el activismo triunfa sobre la
justicia patriarcal; si es condenada y tiene que pagar, su sangre
regará el patriótico campo de los ideales. En un ejemplo perfecto de
derecho penal de autor, lo que menos importaba eran los
hechos o las conductas concretas. Importaba que él era un hombre,
condenado en el pasado por maltrato, y ella una mujer. Perfecto para los
panfletos. Perfecto para una campaña veraniega de
televisión y prensa, una borrachera de falso y fatuo sentimentalismo
que permitía a millones ponerse del lado correcto a la hora del
telediario.
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