Nunca culparemos en exclusiva de la alienación y el alejamiento de un hijo a una progenitora. Porque para llevar a la práctica este tipo de Violencia Feminista, la más cruel, es necesario que la progenitora maltratadora disponga de un contexto alienador.
Este
contexto es la familia materna, la de la progenitora alienadora,
amistades, y no nos
olvidemos del sistema o red que conforman juzgado, psicólogos,
policía y servicios sociales que en mayor o menor medida facilitan a la
alienadora el entorno legal y social para poder ejercer su
obra perversa de alejar a un hijo de un padre y su entorno,
generando odio, rencor e ira construida en la mente del menor alienado.
Tras lo dicho, y ante el sufrimiento y el daño provocado en un hijo, en su padre y entorno
parental:
“No puedo, no quiero ni debo perdonar...”
Confío
y deseo que este mensaje sea bien recibido y bien interpretado. Es una
forma de abrir
el alma y mostrar cómo se vive una situación tan dolorosa como
injusta. Y cada padre que haya sufrido el alejamiento de un hijo, seguro
que agradecerá la comprensión, la paciencia y la buena
voluntad. Y por ello tomo como mías las palabras de un compañero,
para escribirlas en este blog, que no van dirigidas a nadie ni a nada,
son sólo un grito de justicia y de esperanza, basado en la
más estricta función de la imaginación y la creación artística.
…..
Más
allá del sufrimiento y del daño propio, sabiendo del inmenso daño que
le han hecho a la
personalidad de un hijo, todo lo que está sufriendo y todo lo que le
tocará sufrir en el futuro por las perversas manipulaciones sufridas,
entiendo que no se debe perdonar.
Dado
que un hijo que sufre, es la principal víctima (no única) del pérfido
obrar de su entorno
alienador, es otra persona diferente y que aprendió a odiar a su
entorno paterno, ¿con qué derecho se puede perdonar el gravísimo daño
causado?. Además, para que opere el perdón, es necesario que
quien ha obrado mal, lo reconozca, se arrepienta sinceramente y
enmiende lo mal hecho.
En esta situación, nada de eso está presente. Por todo ello, digo, una vez más:
![](https://image.jimcdn.com/app/cms/image/transf/dimension=323x1024:format=jpg/path/sc76a8a6c0e8c17b3/image/i261c9fdfdfb16b31/version/1535219144/image.jpg)
“No puedo, no quiero ni debo
perdonar...”
No puedo ni debo perdonar a quienes tanto daño han
hecho, mi bondad no llega a tanto y no tengo derecho a ello.
Aún sangran las heridas de corazones deshechos, a
causa de una psicópata, su padre déspota, y cómplices de la perversidad.
Se ensañaron con un niño al que han dejado maltrecho,
no han tenido piedad ni tienen remordimiento.
Muchas lágrimas vertidas, las cicatrices son hondas
muy marcadas en el pecho.
Habrán de pagar moral y legalmente, no habrá perdón
para ellos.
La justicia ha de imperar, no quiero dudar de ello,
las culpas han de purgar.
Que los reciba Satán, si es que existe, por sus
diabólicos hechos,
¡yo no puedo ni debo perdonar a quienes tanto daño han
hecho!.
--ooOoo--
Es nada menos que Jesús de Nazaret quien dice, clara y categóricamente:
“El
que se humillare hasta hacerse como un niño de estos, ése será el más
grande en el reino
de los cielos. Y el que por mí recibiere a un niño como éste, a mí
me recibe. Y al que escandalizare a uno de estos pequeños que creen en
mí, más le valiera que le colgasen al cuello una piedra
de molino y le arrojaran al fondo del mar”.-
Mateo 18, 4-7
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