Esta noche hace casi 2020 años nació una
criatura en un monte lejano e inhóspito de la localidad palestina de
Belén. Al calor de una burra y una vaca, los padres de esta criatura
divina, María y José, pudieron proteger a ese niño recién nacido de la
venganza de un rey malvado que quería su muerte, para que no fuese un
peligro al fin de sus males.
Este relato encierra muchos significados. Estamos ante el nacimiento de la que es sin duda la figura histórica más
relevante del mundo cristiano. Se trata de Jesús, el hombre/Dios para
el Cristianismo, que revolucionaría el modo de entender las relaciones y
los valores humanos. Un canto a la libertad y a la humanidad, que
tristemente muchas personas, colectivos y sociedades han desvirtuado y
banalizado, incluso los herederos de su obra, como es la religión
cristiana.
Sin embargo para
mí sigue siendo el acontecimiento histórico más asombroso. Y no por una
cuestión de dogma de fe sobre un nacimiento virginal, enigmático y
divino. No. Sino precisamente por la fuerza del mensaje humano, por su
significado más terrenal. El valor de unos padres para proteger a un
niño indefenso de la furia de todo un imperio como el romano, y la magia
que le acompañó a lo largo del trayecto que a estos padres les llevó
hasta la cueva de la anunciación, donde se produjo el alumbramiento de
Jesús. Plagado de símbolos mágicos, no solo divinos, sino
trascendentales e imperecederos al paso del tiempo. Cada año millones de
seres humanos, creyentes o no creyentes, celebran en familia esa
efeméride, asociada al amor, al encuentro, al perdón, a la paz, durante
cada aniversario desde que naciese esa solemne criatura, para muchos
divina y para todos un ejemplo de ser humano a seguir.
Y nadie de los que estamos ahora viviendo, ni nuestros antepasados, pudieron conocer a Jesús. Sin embargo todos le recuerdan y celebran en su honor gracias a quién la familia sigue siendo uno de las referentes fundamentales de nuestras vidas. Y ¡como no! el cuidado de un hijo como la principal misión de unos padres llenos de amor y ternura.
Y tú querido Xavi fuiste mi niño Jesús. Tú representas en mi vida ese pequeño que, aunque pase el tiempo, siempre anidará en mi corazón su recuerdo y el amor que ambos nos entregamos. Que una familia está tras nosotros, que algunos ya marcharon a otra dimensión, pero siguen perennes en nuestros recuerdos.
Y algo muy importante, nada ni nadie, ni incluso tú mismo, cariño mío, pueden evitar que seamos luz el uno para el otro. Que cada día que pase, y teniendo la Nochebuena y la Navidad como símbolos, estaremos juntos como hijo y padre, a imagen y semejanza de lo que representa Jesús para el resto de la humanidad. Sin necesidad de presencia física, tu ausencia se revuelve en un poderoso medio de honrarte y amarte, irreversiblemente.
Feliz Navidad hijo mío,
Papá.
Y nadie de los que estamos ahora viviendo, ni nuestros antepasados, pudieron conocer a Jesús. Sin embargo todos le recuerdan y celebran en su honor gracias a quién la familia sigue siendo uno de las referentes fundamentales de nuestras vidas. Y ¡como no! el cuidado de un hijo como la principal misión de unos padres llenos de amor y ternura.
Y tú querido Xavi fuiste mi niño Jesús. Tú representas en mi vida ese pequeño que, aunque pase el tiempo, siempre anidará en mi corazón su recuerdo y el amor que ambos nos entregamos. Que una familia está tras nosotros, que algunos ya marcharon a otra dimensión, pero siguen perennes en nuestros recuerdos.
Y algo muy importante, nada ni nadie, ni incluso tú mismo, cariño mío, pueden evitar que seamos luz el uno para el otro. Que cada día que pase, y teniendo la Nochebuena y la Navidad como símbolos, estaremos juntos como hijo y padre, a imagen y semejanza de lo que representa Jesús para el resto de la humanidad. Sin necesidad de presencia física, tu ausencia se revuelve en un poderoso medio de honrarte y amarte, irreversiblemente.
Feliz Navidad hijo mío,
Papá.
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