25/12/19

68. Navidad del 2019




Esta noche hace casi 2020 años nació una criatura en un monte lejano e inhóspito de la localidad palestina de Belén. Al calor de una burra y una vaca, los padres de esta criatura divina, María y José, pudieron proteger a ese niño recién nacido de la venganza de un rey malvado que quería su muerte, para que no fuese un peligro al fin de sus males.

Este relato encierra muchos significados. Estamos ante el nacimiento de la que es sin duda la figura histórica más relevante del mundo cristiano. Se trata de Jesús, el hombre/Dios para el Cristianismo, que revolucionaría el modo de entender las relaciones y los valores humanos. Un canto a la libertad y a la humanidad, que tristemente muchas personas, colectivos y sociedades han desvirtuado y banalizado, incluso los herederos de su obra, como es la religión cristiana.

Sin embargo para mí sigue siendo el acontecimiento histórico más asombroso. Y no por una cuestión de dogma de fe sobre un nacimiento virginal, enigmático y divino. No. Sino precisamente por la fuerza del mensaje humano, por su significado más terrenal. El valor de unos padres para proteger a un niño indefenso de la furia de todo un imperio como el romano, y la magia que le acompañó a lo largo del trayecto que a estos padres les llevó hasta la cueva de la anunciación, donde se produjo el alumbramiento de Jesús. Plagado de símbolos mágicos, no solo divinos, sino trascendentales e imperecederos al paso del tiempo. Cada año millones de seres humanos, creyentes o no creyentes, celebran en familia esa efeméride, asociada al amor, al encuentro, al perdón, a la paz, durante cada aniversario desde que naciese esa solemne criatura, para muchos divina y para todos un ejemplo de ser humano a seguir.

Y nadie de los que estamos ahora viviendo, ni nuestros antepasados, pudieron conocer a Jesús. Sin embargo todos le recuerdan y celebran en su honor gracias a quién la familia sigue siendo uno de las referentes fundamentales de nuestras vidas. Y ¡como no! el cuidado de un hijo como la principal misión de unos padres llenos de amor y ternura.




Y tú querido Xavi fuiste mi niño Jesús. Tú representas en mi vida ese pequeño que, aunque pase el tiempo, siempre anidará en mi corazón su recuerdo y el amor que ambos nos entregamos. Que una familia está tras nosotros, que algunos ya marcharon a otra dimensión, pero siguen perennes en nuestros recuerdos.



Y algo muy importante, nada ni nadie, ni incluso tú mismo, cariño mío, pueden evitar que seamos luz el uno para el otro. Que cada día que pase, y teniendo la Nochebuena y la Navidad como símbolos, estaremos juntos como hijo y padre, a imagen y semejanza de lo que representa Jesús para el resto de la humanidad. Sin necesidad de presencia física, tu ausencia se revuelve en un poderoso medio de honrarte y amarte, irreversiblemente.

Feliz Navidad hijo mío,


Papá.

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