Hola
amor mío. Creo que de lo que te voy hablar ahora sabes bastante, porque siempre
te gustaron los gatitos. Desde prácticamente naciste tuviste, aunque no te
olvidarás tampoco de nuestra “Nika”, la perrita Yorkshire que tuvimos poco
antes de tu nacer. Pero hicimos que la convivencia de Nika con algunos gatos
que compartieron nuestra vida fuera feliz. Sin embargo, aquellos gatos no viven
como la gatita que ahora está en casa con nosotros, Lluna.
No se
trata de que sea una mejor gata, ni siquiera mas bonita. Sencillamente vive de
una manera más cercana a nosotros, y no tiene el espacio que se le concedía a
la anterior gata y gato que tuvimos cuando vivíamos junto a tu progenitora.
Todo es diferente no estando ella, y créeme, para mejor, en todos los aspectos.
Pero lo
que quería resaltarte no se trata solo del afecto o de la compañía que implica
estar con la gatita. Sino algo más sutil, la paz y la serenidad que transciende
a ella misma cuando tomamos contacto mutuo.
No se si has tenido la
experiencia de estar apoyando tu cabeza en el cuerpo de un gatito. De verdad,
es un momento no sólo bello, sino que puedes consumar uno de los GRANDES
placeres de la vida: sentir paz, armonía, serenidad. Porque la calidez del
cuerpo de un gato es la perfecta temperatura para sentir esa tranquilidad,
apartando cualquier pensamiento, a lo que se llama la "contemplación
interior".
Y son interesantes y necesarios
momentos los que por las circunstancias vitales debemos acudir a la serenidad,
al apoyo de la paz exterior para encontrar la interior. No importante tanto el
camino si al final encontramos esa paz interior tan necesaria para vivir con
sentido.
Un beso amor mío.
Probado.
Un fuerte abrazo.
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