La violencia de género es una mentira elevada a la categoría de dogma incuestionable por el feminismo, y que se emplea no para proteger a las mujeres maltratadas sino para vulnerar derechos humanos y fundamentales de los hombres, criminalizar a la mitad de la población y deshumanizar a los hombres, tratándolos de bestias, de animales, por eso se emplea el término “violencia machista” y no “violencia masculina”.
Los estudios científicos prueban repetidamente que la violencia, como cualquier otro fenómeno humano, es universal, no inherente a ningún sexo. Todos, hombres y mujeres pueden ser víctimas o victimarios en un momento dado de su vida, y todos somos dignos de la misma protección.
Es abrumadora la evidencia científica que demuestra que en la mayoría de los casos la violencia física en la pareja es recíproca y bidireccional, y de hecho, al menos una tercera parte de las víctimas de violencia doméstica son hombres y casi la mitad de las condenas son a mujeres.
Pero en el hipotético caso que la violencia tuviese género, ¿qué género es el responsable del 66% del maltrato infantil, el 80% de las negligencias infantiles, el 70% de los infanticidios, el 95% de los neonaticidios y hasta el 95% de los secuestros parentales? 102 niños han sido asesinados en los últimos 5 años, el 70% por sus madres; entre 95.000 y 100.000 niños son asesinados todos los años por sus propias madres en el vientre materno (<1% por causas médicas). ¿Qué sexo es el responsable de tal atrocidad? ¿Qué sexo es el responsable de la inmensa mayoría de los casos de maltrato emocional y psicológico en las relaciones de parejas, o de la mayoría de los casos de alienación parental y de triangulación con los menores en los casos de divorcio?.
A nadie se le plantea crear una ley específica de protección de los menores contra sus madres ni decir “los matan por ser niños”, porque sería de una simplificación tan repugnante como obscena criminalizar a todas las mujeres del mundo por lo que hacen unas cuantas perturbadas. Sin embargo, con la ley de violencia de género, a una proporción significativa de mujeres (y también de hombres) no les ha importado lo más mínimo criminalizar a más de 18 millones de hombres adultos en España por los actos que cometen el 0.0000064%.
La violencia es un fenómeno complejo en el que interviene multitud de variables y condicionantes que hacen que hombres y mujeres no la ejerzan del mismo modo. Todos tenemos hombres y mujeres a los que queremos en nuestra familia, en nuestro entorno, y todos, niños, mujeres, hombres y ancianos somos dignos de la misma protección.
La ley integral de violencia de género es una ley genocida, fanática, inspirada en la escuela de Kiehl del Nazismo, que promueve abiertamente el odio y la violencia contra un colectivo por cuestión de sexo. Es la responsable directa de un número absolutamente desconocido de muertes violentas, porque empuja a hombres desesperados a cometer actos atroces, porque cuando la Justicia no es justa, las personas se toman la justicia por su cuenta. Un hombre denunciado por violencia de género puede salir esposado delante de sus propios hijos a los que no verá en una media de año y medio, expulsado de su casa, encerrado en un calabozo 72 horas, y TODO sin haberse realizado la más mínima pesquisa judicial.
España tenía una de las tasas de violencia intrafamiliar más bajas del mundo, con una horquilla de uxoricidios tan próxima a la llamada tasa de inevitabilidad que establecen las ciencias forenses, que difícilmente podría reducirse esa cifra porque es imposible controlar factores imponderables.
Una ley a la que se han destinado más de 65.000 millones de euros a lo largo de 15 años, y que presentaba casi 200 cuestiones de inconstitucionalidad, se la juzga por sus resultados. Pues bien, la media de mujeres asesinadas desde que existe la ley es mayor a la que existía antes de su creación (58,4 de 1999 a 2003; frente a 59,4 de 2005-2018).
La LIVG permite a España recibir fondos estructurales de la Unión Europea desde el año 2004 sin justificar a qué destina dichas partidas económicas, lo que ha propiciado la creación de toda una industria del maltrato, en centenares de juzgados de excepción, juezas y fiscales especializadas en violencia de género que la emplean como modo de promoción profesional, gabinetes psicosociales integrados únicamente por mujeres, centros municipales, casas de refugio, talleres, observatorios, fundaciones, puntos morados y miles de asociaciones feministas.
Menos del 3% del dinero va destinado a la supuesta víctima (véase el escándalo del Instituto Andaluz de la Mujer), que sólo debe interponer la denuncia sin más prueba que su propia palabra, y aún cuando el juicio no acabe en condena (lo que ocurre en el 79% de los casos) jamás debe devolver las ayudas que ha recibido. Los ayuntamientos, las asociaciones feministas, reciben dinero por cada denuncia interpuesta, no por cada sentencia condenatoria. Sólo el 8% de los denunciados por violencia de género son condenados tras juicio, y eso pese a que se considera violencia de género tirarse un pedo delante de tu pareja (sentencia real).
Negar la existencia de denuncias falsas es un insulto a la inteligencia, cuando el 79% de las denuncias son archivadas o sobreseídas, y sólo prueba una absoluta dejación de responsabilidades del CGPJ y de la Fiscalía en la persecución de un delito: el delito de falso testimonio y la estafa procesal.
La violencia de género NO EXISTE, por mucho cartel que pongan en cada puerta, en cada esquina, en cada pared, de cada centro de salud, marquesina de autobús, centro comercial o décimo de Navidad. La violencia de género es una enorme MENTIRA, basada en la manipulación de datos (desde la creación del Instituto de la Mujer misteriosamente el número de mujeres asesinadas se duplicó mientras que el número de hombres asesinados casi desapareció sin que jamás explicasen el método estadístico que empleaban), en la creación de observatorios que hacen estudios poblacionales sesgados sólo dirigidos a mujeres en los que "sentirse poco valorada por su pareja" ya se considera maltrato, en la ocultación de la violencia que sufren los hombres, y en la justificación y en la legitimación de la desigualdad ante la ley.
Hace falta estar muy ciego, ser un estómago agradecido (vividora de género) o ser una fanática para no darse cuenta de la manipulación burda que se está haciendo desde los medios de comunicación, cómo se emplea la violencia de género para destruir las relaciones heterosexuales y atacar a la familia y cómo se ha instrumentalizado la violencia con fines claramente electorales e ideológicos. Es repugnante, establecer víctimas de primera y de segunda categoría.
Estar en contra de la ley de violencia de género no es estar a favor de la violencia contra las mujeres. Todos tenemos esposa, pareja, madre, hijas, hermanas, tías, sobrinas, amigas a las que queremos, respetamos y adoramos, y por supuesto, que jamás querríamos que les pasase nada; pero la ley de violencia de género no está hecha para protegerlas, jamás se pensó para proteger a la mujer, y a la luz de las cifras de víctimas es evidente que es un absoluto fracaso. Eso sí, ha permitido crear toda una red clientelar de asociaciones feministas con subvenciones millonarias que viven de la sangre de las verdaderas víctimas.
¿En qué medida una ley que proteja a todos por igual, niños, mujeres, hombres, ancianos, desprotege a la mujer? ¿En qué medida establecer la asimetría penal castigando a un hombre más duramente que a una mujer por el mismo delito, protege a la mujer? De ninguna manera. Si algo deberíamos haber aprendido de los regímenes totalitarios del siglo XX es que el fin no justifica los medios NUNCA.
La violencia contra la mujeres no acabará legislando contra los hombres. A la mujer (como al hombre) se le debe proteger por ser maltratada, no por ser mujer. Sin embargo, las mismas fanáticas que hoy se manifestarán indignadas por la violencia que sufren las mujeres son las que después agreden, silencian o justifican cuando un hombre sufre violencia, son las que se burlan de la idea de un hombre maltratado o ridiculizan el sufrimiento masculino.
Yo me pregunto si las perturbadas que hoy se manifestarán insultando a todos los hombres, no tienen padre, no tienen hermanos, no tienen hijos... ¿son maltratadores en potencia los hombres de su familia? Si algo queda claro con la ley integral de violencia de género es que a las feministas no les importa nada ni nadie que no sea ellas mismas. Muy acertadamente Alcia Rubio calificó al feminismo como un cáncer, un cáncer que está destruyendo la sociedad, que ha acado con la familia, y cuyas principales víctimas son nuestros hijos.
Quien pide Justicia para unos y no para otros no pide Justicia en absoluto.
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