Querida Rosario:
Vas a sorprenderte, porque los actos de amor inesperados sorprenden. Y este es uno de ellos. Además, de forma sincera, empiezo pidiéndote perdón por no haber sabido ser el padre y hombre que necesitabas, que merecías y mereces, por mi propio dolor crecido desde la infancia.
Me ha tomado años comprender que la raíz de todo lo que cargaba, estaba en mi infancia. Ahora, sí estoy tomado plena conciencia y la responsabilidad de sanar todas las heridas que provocó la ignorante formación de mis padres, personas que también tuvieron sus heridas.
Estoy por fin tomando el control de mi propia vida, y restaurar todo lo que hice mal; y mi comportamiento contigo y nuestros hijos es una fase importante a tratar, sobre todo con la voluntad que Dios me transmite desde el Amor. Pido perdón por toda la agresividad y violencia que nuestros hijos tuvieron que vivir, y de la que yo fui responsable. Pido perdón por no haber podido ser el hombre que necesitabas a tu lado para cuidarte y protegerte, porque no era posible cuando ni pude protegerte de mí mismo, y todo ello influyó negativamente en la educación y crianza de nuestros hijos.
No supe ser el compañero desde la amistad, la intimidad, la pasión, el afecto y la razón que merecías. No te honré y por tanto no supe amarte como la mujer y madre de mis hijos que eras. Pido perdón, por cada grito, cada insulto o mal trato que haya causado heridas y dolor a tu bella alma.
Y sobre todo porque desde el inicio de nuestra relación ya supe que no te amaba, y sin embargo fingía ese amor, hoy comprendo, que nadie que esté dañado y no haya tendido un verdadero encuentro con Dios puede o sabe amar. Me duele aceptar y reconocer que era más una necesidad física y del ego, que una realidad armoniosa con Dios.
Por todo ello, tuviste que cargar con la mochila de un viaje hacia la educación de nuestros hijos sin el acompañamiento necesario de un hombre de verdad. Y así llegamos a una encrucijada de caminos donde nos hicimos daño, y yo soy responsable de aquel daño que te causé por el dolor y traumas de la infancia que nunca llegué a superar en la convivencia contigo, y además no supe ser paciente para ayudarte a que tú misma encontrases el camino de Dios y superases tus propios dolores de infancia.
Todo lo ocurrido con pautas de agresividad, violencia, denuncias, maltrato psicológico y social, está inmerso en una confusión de egos dolidos e infantiles, y desde aquí y ahora he empezado a sanarme, porque para Dios nunca es temprano ni tarde, porque sus tiempos son muy diferentes a los nuestros.
Y ÉL siempre nos da la oportunidad. Desde aquí te pido perdón, y además no guardo ningún rencor hacia tus comportamientos pasados o cualquiera que pudiesen acontecer, porque estoy preparado para comprender y sanar cualquier situación vivida o por vivir de acuerdo al camino de amor que me ha marcado Dios.
Por otra parte, necesito agradecerte por el amor, aunque quizás imperfecto que nos solemos dar los seres humanos cuando estamos dañados. Agradecerte por los hermosos hijos que me diste. Porqué dignaste tu corazón para con mi sangre a compartir la tuya, para traer a esta tierra una nueva simiente, que son nuestros hermosos hijos. Pido perdón a nuestros hijos, Alejandro, que siendo un hombre ya, bello, inteligente y bondadoso, tuvo que pasar penurias para crecer. Y le pido perdón a Sara por no haber podido estar a su lado en cada segundo que le fallé. Mi amor por ellos empieza a crecer de una manera armoniosa de acuerdo a los principios que me recomienda la sabiduría de Dios. Y con ello restaurar en nuestra estirpe cualquier iniquidad, o desorden.
Confieso de todo corazón, que deseo que Dios te regale la dicha de ser una mujer inmensamente feliz, con capacidad de amar y ser amada como lo mereces.
Y una vez más mi corazón se humilla ante tu persona en arrepentimiento por todos los años de dolor que le causé a tu alma.
Con total humildad en mi corazón te digo, perdóname.
Con amor fraternal Javier.
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