Es
esperanzador y motivante saber y sentir que has cogido el camino correcto para
lograr un objetivo de restaurar la salud de los hijos que aún te siguen
alienados.
Es ilusionante y genera confianza saber y sentir que recorres el camino con los mejores acompañantes que comparten el tren de tu vida: tu familia.
Pero
es un orgullo y un gozo saber y sentir que estas en paz contigo mismo por haber
logrado el santo glial de la sanación: encontrar el sentido de tu vida.
Por
ello os pido a cada uno de los que me leáis, que valoréis la posibilidad de que
estas reflexiones no lleguen a vuestras vidas solo como casualidad. Algo muy
bello está ocurriendo.
Sanar
no es ser perfecto o dejar de tener debilidades y cometer errores. Sanar es
tomar consciencia del sentido de tu vida, de la dirección de la misma hacia la
conexión con el Bien Superior de la Vida, de forma que tus emociones y pasiones
sean congruentes con tu pensamiento, acorde con los propósitos mas nobles del
ser humano. Y en ese estado de conciencia, los errores, las confusiones, los
malos entendidos, y en general cualquier desviación de lo correcto, puede ser
posible, pero ya de forma consciente puedes resolverlo y tener la capacidad
reactiva de que humildemente puedas pedir perdón a quien dañes y perdonar a
quien te dañó. Vivir un eterno presente en esta Vida, para la esperanza de un
nuevo renacer.
Por
eso, os pido amigos míos que no juzguéis a nadie si no sabéis caminar con sus
zapatos, tal vez ellos ya no son quienes vosotros valoráis, pues con todo
merecimiento pueden haber cambiado o sin embargo están inmersos en un proceso
de transformación personal. Si aún no les ha llegado su hora, tienen su tiempo
para darse cuenta, y desearles que tengan la oportunidad de darle valor a sus
actos de una forma mucho más noble que como antes lo hicieron. Todos merecemos
una oportunidad.
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