1/1/24

71. Lo que un día tiene que SER, tarde o temprano termina SIENDO

 


TODOS LOS DÍAS HAY ALGO QUE APRENDER, ALGO QUE PERDONAR Y MUCHAS COSAS QUE AGRADECER

Decidí a partir de hoy, y en cada momento de mi vida, darle a las personas lo mejor de mí, sin importar si lo valoran o no. Aprendí en todo mi tiempo de caminar por la vida que lo valioso no reside en la reacción de los demás o en la aceptación de lo que les ofreces, sino en la autenticidad con la que me entrego a ellos.

En este camino de mi cambio personal profundo, comprendí que ofrecer lo que tengo en mi interior es un regalo que trasciende las expectativas y las opiniones ajenas. No puedo controlar cómo los demás recibirán mis acciones: mi perdón y me agradecimiento, pero sí puedo controlar la intención y la sinceridad con las que las realizo, y en nombre de quién las realizo.

Ya no cargo con la responsabilidad de las reacciones de los demás, aunque estos fueran mis hijos, porque sé que cada persona tiene su propia percepción de la realidad, y se encuentra en un nivel de aprendizaje de su existencia diferente. En lugar de ello, me enfoco en mantener mi corazón abierto y dispuesto a dar sin esperar nada a cambio, para que mi alma, mi espíritu estén en paz con la inmensidad del Amor.

Cada vez que decido dar lo mejor de mí, mi corazón se expande, y mi alma se llena de gratitud por la oportunidad de marcar la diferencia en la vida de alguien. Puedo sentir cómo mi energía se transforma en una fuerza positiva que se irradia hacia el mundo, y tengo la fe absoluta que provoca un efecto dominó de Amor y Bondad.

Es cierto que a veces me podré sentir decepcionado o incomprendido, pero he aprendido a no permitir que eso me detenga. Mi propósito no es buscar aprobación o reconocimiento externo, sino vivir en coherencia con mis valores y principios, y estos son los de Dios.

El verdadero regalo está en la satisfacción personal de saber que hice lo correcto, de haber dado lo mejor de mí sin esperar nada más que la oportunidad de hacer una pequeña diferencia en la vida de alguien más.

Así que, hijos míos: Sara y Xavi (y por extensión a vuestras madres) seguiré dando lo mejor de mí, sin importar si lo valorais o no. Porque al final del día, lo que realmente importa es la paz interior que encuentro al ser fiel a mí mismo y a mi propósito de hacer del mundo un lugar mejor. Deseo que Dios os de la oportunidad de sentir vuestra existencia con el amor y no con el rencor.

Porque en la abundancia de mi corazón, hablan mis acciones. Y mientras siga dando desde ese lugar, sé que estoy en el camino correcto hacia la plenitud y la felicidad. Y eso es lo que deseo para todos, y especialmente para vosotros. Porque hijos míos, lo que tiene que ser será en el momento indicado, no antes, no después.

Un fuerte abrazo de Papá.


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