La idea de criar hijos no es para que tengan que acompañarnos. Ni cuidarnos. Ni mantenernos. Ni poseerlo.
La idea de criar hijos no es para que tengan que acompañarnos. Ni cuidarnos. Ni mantenernos. Ni poseerlo.
Llega el momento de que uno mismo se construya como un ejemplo digno de ser seguido. No me refiero a conformarse con solo hablar o escribir, en grupo o en redes, y criticar, sino de demostrar con nuestras acciones quienes somos y que valores representamos.
El tiempo, ese implacable y eterno compañero de vida, que todo lo consume a su paso, que borra huellas y transforma paisajes, que desgasta cuerpos y borra nombres. El tiempo, que nos recuerda constantemente que nada es eterno, que todo tiene un principio y un fin, que nos empuja hacia adelante sin mirar atrás.
Pero existe algo que el tiempo no puede, a pesar de su innegable capacidad destructora, anular: y son los buenos recuerdos, los rostros del pasado, las horas en que uno ha sido feliz, el amor.
Los recuerdos son como pequeñas joyas preciosas que guardamos en lo más
profundo de nuestro ser. Son instantes congelados en el tiempo, momentos de
felicidad pura que se resisten a desaparecer. Son los rostros de las personas
que amamos, las risas compartidas, los abrazos cálidos, los besos robados, la
unidad en las relaciones. Son los lugares que nos vieron crecer, los paisajes
que nos dejaron sin aliento, los atardeceres que nos hicieron soñar. Son las
experiencias que nos marcaron, las lecciones que aprendimos, los logros que nos
hicieron sentir orgullosos, respetando las diferencias.
El tiempo puede borrar nombres, borrar rostros, borrar lugares. Pero no
puede borrar las emociones que esos recuerdos nos traen, ni las leyes de la
naturaleza que nos hace a cada uno diferentes y complementarios entre hombre y
mujer.
La alegría, el amor, la gratitud, la nostalgia. Los recuerdos nos conectan
con nuestro pasado, nos recuerdan quiénes somos, de dónde venimos, hacia dónde
vamos. Nos enseñan a valorar lo que tenemos, a apreciar cada instante, a vivir
con intensidad. Nos ayudan a superar los momentos difíciles, a encontrar
consuelo en los días oscuros, a seguir adelante con la certeza de que la
felicidad siempre está al alcance de la mano. Nos muestra que la unidad en el
amor es infinita y permanente.
Los buenos recuerdos que nacen desde el amor son como un refugio en medio
de la tormenta, un faro que nos guía en la oscuridad, una fuente inagotable de
esperanza. Son la prueba de que, a pesar de todo, la vida está llena de
momentos hermosos que vale la pena atesorar. Son la razón por la que seguimos
adelante, por la que luchamos, por la que vivimos. Son la chispa que enciende
la llama de la felicidad en nuestro corazón, la luz que ilumina nuestro camino,
la fuerza que nos impulsa a seguir creciendo.
Porque, al final del día, lo único que queda son los recuerdos. El tiempo
puede llevarse todo, menos eso. Los buenos recuerdos que nacen del amor
perduran en el tiempo, se mantienen vivos en nuestra memoria, nos acompañan en
cada paso que damos. Son el tesoro más preciado que poseemos, la riqueza que
nadie nos puede arrebatar. Son el legado que dejamos a quienes vienen después
de nosotros, la huella que queremos dejar en el mundo.
Así que, a pesar de la implacable marcha del tiempo, sigamos atesorando
cada momento de felicidad, cada instante de amor, cada recuerdo que nos haga
sonreír. Porque al final, lo que importa no es cuánto tiempo vivimos, sino cómo
vivimos ese tiempo. Y los buenos recuerdos son la prueba de que hemos vivido
con intensidad, con pasión, con alegría, con respeto al Bien superior. Y sobre
todo con amor. Y eso, eso es lo que realmente importa.
Enamórate de una MUJER humilde y que no aparente lo que no es. Que se acueste sin mascaras ni secretos y se levante al natural, sin ningún tipo de vergüenza y mirándote a los ojos.
Charles Chaplin.
Cuando la Vida te conceda lo que tanto pediste, oraste o anhelaste, también asegúrate de haberle puesto PAZ a tus guerras, asegúrate de no dejar que el pasado interfiera en el presente, asegúrate de haber trabajado antes lo suficiente en ti para poder ofrecerle tu mejor versión a esos ojitos que ahora te miran con amor.
¡Porque no, carajo!, las personas no tienen porqué estar aguantando aquello que no se ha tenido el valor de tomar la decision de cambiar en nosotros mismos, porque amor propio no es decir: «así soy y si te seré»; ¡no!. Amor propio también es cambiar y estar listos para ofrecer paz, estabilidad, amor y tranquilidad a quien llega y nos ofrece exactamente lo mismo.
Y sobre todo, da gracias a la Vida, da gracias a Dios.